lunes, 24 de octubre de 2011

La bendición del jefe

A todos nos agrada una palmadita en la espalda. Un reconocimiento por nuestros méritos, por lo que consideramos nuestro buen hacer.

Eso ha hecho Nicolas Sarkozy con España. Otorgándose el papel de profesor, que reprende y felicita a partes iguales a su alumno, esta vez, ha reconocido los esfuerzos del aprendiz por agradarle.

El presidente francés ha reconocido que España "ya no está en la primera línea de la crisis". Pero no solo se ha quedado ahí, si no que ha ido más allá y, curándose en salud ante la inminencia de las elecciones, ha culpado de este "éxito" tanto al presidente Zapatero como a la oposición, en persona de Mariano Rajoy.

Estas ayudas, estas palmaditas que vienen de uno de los núcleos económicos de Europa, agradan a los dirigentes pero su objetivo es calmar a los mercados. Esta frase está muy de moda en nuestro días. Parece que los hemos enfadado, a ese ente que no ponemos nombre, ni cara, ni podemos situar en le mapa.

Parece que hemos gastado demasiado y este señor se ha enfadado, dándonos palos en forma de descalificaciones y reprimendas casi a diario.

Se muestra aquí la fragilidad de sistema económico que nos gobierna. Un hombre, con bastante poder, tiene que hablar bien de un país entero para que un ente maligno deje de someternos y atacarnos a cada momento. La especulación en su máximo exponente. Unas palabras que buscan influir en los hechos. En una subida de la bolsa, en un descenso de la prima de riesgo o en una tregua por parte de las agencias de calificación, a saber: las armas con las que juega el mercado.

En la econmía actual, la palmadita en la espalda del jefe, si es pública, se traduce en algo tangible. En miles de millones, quizá. Algo está mal.